Las ciudades y sus habitantes van generando en su convivencia,
mutaciones.
Así como hay personas, hay
anfibios y a veces hay personas-anfibias, no confundir con ambiguas que son
obviamente otras.
Estos seres nacen de la ciudad-pantano, una ciudad tipo que
se fue llenando de gente, con la gente de caos, con el caos de mugre y así se
fue estancando, empantanando. Sufrió esa metamorfosis de pueblo a ciudad espontánea,
caótica y no planeada.
Es en este contexto que surgen las personas-anfibias, una
mutación necesaria del ser humano, quizá podríamos enumerar culpables, pero al
final necesitamos que alguien “croe” en el pantano. No todos tenemos esa habilidad,
no todos sabemos croar, entonces son necesarias.
Ahí es donde sucede, cuando la rutina del día a día nos hace olvidar que estamos en el pantano, simplemente no
pensamos, ni vemos, ni olemos. Somos un “copy-paste” de vaya saber quién.
Primero croa uno anunciando
despacio que empezó, y lo ignoramos, luego croan más, aun así todavía podemos
caminar. Entonces se hace insoportable, cuando
uno empieza le siguen todos, el croar crece hasta ser un murmullo ensordecedor.
Hasta sentir que te estallan los tímpanos y gritas ¡BASTA!
El croar no cesa,
pero no molesta, me han cambiado, eh mutado. En este caos rutinario de
ciudad-pantano hay personas mudas y anfibios croando.